jueves, 31 de diciembre de 2009

Sobre la cabeza del 9

jueves, 31 de diciembre de 2009
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Me ha costado doce meses acabar con este año, y ahora que tengo la guillotina sobre la cabeza del nueve no me siento capaz de hacer balance, de dictar sentencia y sentarme a ver el filo de la hoja al caer.

Esta claro que no ha sido el mejor año de mi vida, que me he visto rozando el limite de mis fuerzas y he memorizado cada silaba de la palabra tristeza para olvidarla despues. He aprendido a vivir con mis fracasos, a llorar con fuerza sin parar de caminar hacia delante, a ser mejor perdiendo mucho en el camino.

Pero el tiempo es menos cruel de lo que parece, y unos meses fueron arreglando el desastre que otros habian provocado, buscando sonrisas por los rincones, sacando mis penas de casa para perderlas de vista, regando en sangria y conversaciones trascendentales un futuro que acabo por teñirse de feliz. Y todo lo bueno, como siempre, se lo debo a estar rodeada que corazones que no caben en los pechos que los albergan.

Y asi hemos llegado al ultimo dia del año, y mi unico deseo es que las cosas se queden como estan, que cuando esta noche me suba en mis tacones me esperen los rostros de siempre al otro lado de la mesa, o de la barra del bar. Porque al final lo unico que cuenta es eso...





PD: Feliz 2010
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martes, 22 de diciembre de 2009

Las tijeras de Átropos

martes, 22 de diciembre de 2009
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Lo que buscas, nunca lo hallarás.
Porque, cuando los dioses hicieron al hombre,
guardaron para sí la inmortalidad.
Llena la panza.
Retoza de sol a sol.
Llena tus días de alegría.
Quiere al niño que coge tu mano.
Haz gozar a tu esposa entre tus brazos.
Porque solo esas cosas incumben al hombre.



Epopeya de Gilgamesh
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jueves, 17 de diciembre de 2009

Vendo pieles de gallina por calor de invernadero

jueves, 17 de diciembre de 2009
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Hago de tripas corazón con cada prenda que me quito, con cada preludio de desnudez que espera a ser escondido bajo el edredón para huir del invierno. Las agujas del reloj marcando la tres de la mañana sacuden mi cuerpo al compás del segundero, y yo tiemblo en tantas direcciones que pierdo de vista si sigo perdida en Madrid o en el centro mismo de la estepa siberiana.

Pero robando el tiempo en cada movimiento fugaz logro alcanzar por fin la templanza que el otoño todavía guarda entre mis sábanas, y así, sin que mis pies fríos despierten a nadie logro acabar el día, tranquila y tibia, abrazando la almohada, guiando los párpados cerrados hacia tierras donde huele como huele todo cuando llega el tiempo de las cerezas. Y lejos ya de este vapor de invernadero siento como el cuerpo se precipita lento, lento… lento, pero inevitable y directo hacia el regazo de Morfeo.

Ya no quedan más pieles que agitar, ya sólo queda el sueño.
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domingo, 13 de diciembre de 2009

Hallelujah

domingo, 13 de diciembre de 2009
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Desde el instante en el que la canción se abre, en medio de un suspiro, empieza el camino a las alturas. El ascenso en picado hacia la cumbre de los sentidos.

No podría explicar que hace de una canción algo tan perfecto, tan puro, pero supongo que es en ese acorde secreto donde radica la magia que sólo poseen los genios.

Es esa música que te arranca las raíces sin importar la tierra, y te eleva hasta sentir el vértigo con cada poro de tu piel. No tiene cualquiera esa capacidad para coger tu sensibilidad por los huevos y hacerte llorar, pero sin dolor, sólo con una calma tensa, densa…

Cada nota habla y cuenta una historia distinta a la anterior. Y los hilos se mezclan formando tapices nunca vistos hasta ahora, matices que reinventan los colores. Orgasmos sordos de placer. El cielo de incendio en seis minutos y cincuenta y tres segundos. La vida entera condensada en un frío y roto hallelujah.


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miércoles, 9 de diciembre de 2009

En el revés de la aurora

miércoles, 9 de diciembre de 2009
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Tengo prisa por ir a algún sitio. Tengo ganas de llegar. De dejar de quedarme a medias. Pero tengo la intuición como una veleta estropeada y lo único que hago es girar sin eje, como una elipse mal dibujada, para volver a tropezar con las líneas de mis manos.

Me canso de ser un por si acaso, un ten cuidado. Me hastía oír tantas veces “Carpe diem” y no ser capaz de tatuármelo con tinta china sobre la piel. Necesito bajar de las nubes a la carretera, y ser Sal Paradise persiguiendo a Dean, volviéndonos locos bajo las banderas de la libertad. Cubrir las heridas de polvo y salir a bailar.

Me gustaría poder desprenderme del peso de no tener alas y correr lento tras los conejos blancos con reloj. Quiero ser brutal y apasionante, como la mejor de las novelas que hayas leído. Subir al techo y caer de pie.


Barrer la estela de la vida de los locos hasta que se desgasten los diez centímetros de mis tacones rojos. Sin frenos. Ni dudas. Ni pájaros en la cabeza. Sólo la adrenalina pura y vibrante de vivir como la nota de un saxo en éxtasis.

Ser bastante.

Suficiente.

Arañarte la piel hasta hacerte sangrar. Hasta que duela demasiado. Eso, eso es… demasiado.



"Cómo atrever esta impura
cerrazón de sangre y fuego,
esta urgencia de astro ciego
contra tu feroz blancura.
Ausencia de la criatura
que su nacimiento espera,
de tu nieve prisionera
y de mis venas deudora,
en el revés de la aurora
y el no de la primavera."


La página vacía. Sara de Ibánez
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martes, 1 de diciembre de 2009

La letra pequeña del amor

martes, 1 de diciembre de 2009
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Si alguna vez sufres -y lo harás-
por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso,
y en amor el perdón es sólo una palabra
que no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta tu dolor en soledad,
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
está justificado si fuiste
desleal a tu conciencia, no apostando
sólo por el amor que te entregaba
su esplendor inocente, sus intocados mundos.

Así que cuando sufras -y lo harás-
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.


Advertencia. Felipe Benítez Reyes




Seguro que tú también olvidaste leerla, que no reparaste en ella hasta el día en que te descubriste mordiendo el cielo de tu propia boca. Pero tranquilo, nos pasa a todos...
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