Hoy, apenas estrenados mis 24 años y con el suelo de mi cuarto regado todavía de envoltorios siento que ha llegado el momento oportuno de hablar de esos regalos que no caben en las cajas pero que te desbordan por dentro.
Hace ya mucho que descubrí que las mejores cosas que alguien te puede regalar rara vez llevan papel de regalo, o requieren de uno un tanto especial. Pero como siempre que las cosas que tengo dentro son demasiado grandes me veo obligada a tomar prestadas palabras ajenas, esas que muestran que cuando unes a las personas adecuadas en el momento apropiado, el universo entero levita al menos durante el segundo en el que soplas las velas y te das cuenta de que no puedes desear nada más...
Hace ya mucho que descubrí que las mejores cosas que alguien te puede regalar rara vez llevan papel de regalo, o requieren de uno un tanto especial. Pero como siempre que las cosas que tengo dentro son demasiado grandes me veo obligada a tomar prestadas palabras ajenas, esas que muestran que cuando unes a las personas adecuadas en el momento apropiado, el universo entero levita al menos durante el segundo en el que soplas las velas y te das cuenta de que no puedes desear nada más...
"Hagamos un trato:
Solo podemos
tenernos
si nos recibimos
como regalos.
Hazte a la idea
de que nos topamos
el uno
con el otro
en un azar
instantáneo,
conjurados
por elementos
ajenos
a nuestra naturaleza
imantada.
Y
de pronto,
en un cruce
gratuito,
se nos da:
simultánea
coyuntura
de intercambios
imprevistos.
De un todo
por trenzar,
dos partes
recíprocas
reflexivas
reflejas
y, más que nunca,
perplejas,
se regalan
mutuamente
la verdad
de un todavía."
Miguel Sánchez Ibánez
(http://lahorabisiesta.blogspot.com)
Y pensar que cuando leí esto por primera vez sólo sabía a utopía recién salida de las delicadas manos de un relojero... ¡Bendita equivocación! ¡Bendito presente!
.