martes, 28 de septiembre de 2010

Presente simple

martes, 28 de septiembre de 2010
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Hoy, apenas estrenados mis 24 años y con el suelo de mi cuarto regado todavía de envoltorios siento que ha llegado el momento oportuno de hablar de esos regalos que no caben en las cajas pero que te desbordan por dentro.

Hace ya mucho que descubrí que las mejores cosas que alguien te puede regalar rara vez llevan papel de regalo, o requieren de uno un tanto especial. Pero como siempre que las cosas que tengo dentro son demasiado grandes me veo obligada a tomar prestadas palabras ajenas, esas que muestran que cuando unes a las personas adecuadas en el momento apropiado, el universo entero levita al menos durante el segundo en el que soplas las velas y te das cuenta de que no puedes desear nada más...


"Hagamos un trato:
Solo podemos
tenernos
si nos recibimos
como regalos.

Hazte a la idea
de que nos topamos
el uno
con el otro
en un azar
instantáneo,
conjurados
por elementos
ajenos
a nuestra naturaleza
imantada.

Y
de pronto,
en un cruce
gratuito,
se nos da:
simultánea
coyuntura
de intercambios
imprevistos.

De un todo
por trenzar,
dos partes
recíprocas
reflexivas
reflejas
y, más que nunca,
perplejas,
se regalan
mutuamente
la verdad
de un todavía."


Miguel Sánchez Ibánez

(http://lahorabisiesta.blogspot.com)



Y pensar que cuando leí esto por primera vez sólo sabía a utopía recién salida de las delicadas manos de un relojero... ¡Bendita equivocación! ¡Bendito presente!
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jueves, 16 de septiembre de 2010

Entrénate conmigo

jueves, 16 de septiembre de 2010
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[...]

Yo quiero un mano a mano
contigo a puerta y los dos desnudos,
subir pedaleando todos tus puertos, uno por uno,
salvar la temporada ganando poco fuera de casa.
Quiero las tres medallas si participo en tus Olimpiadas.




Quiero restar tus saques,
correr tu banda, driblar tu ombligo.
Quiero tenerte en jaque y que sea mate sólo conmigo,
contigo los partidos siempre los juego a puerta cerrada.
La cama es una cancha,y si yo soy Michel, tú Valderrama.

[...]


Entrénate conmigo. Luis Quintana
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jueves, 9 de septiembre de 2010

27 libros después

jueves, 9 de septiembre de 2010
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Hace un año leía La Odisea, la leía y me lamentaba por estar en el lugar equivocado. Pensaba que debería estar en Alemania o en Suecia llevando a cabo mis planes, siguiendo el camino que en aquellos momentos parecía la salvación. Sin embargo acabé cambiando de universidad, cambiando a mi mejor amigo, cambiando las paredes de mi cuarto… cambié hasta que me faltó el aliento, hasta que sentí que ya no quedaba nada lo suficientemente sólido dentro de mí para poderme sostener. Y entonces comenzó la odisea, la mía, mi viaje de regreso a lo más hondo de mí misma, me borré y empecé, pero no de nuevo, empecé rota, sin ganas y con apenas una décima parte de mis esperanzas.

Me encantaría poder decir que ya ha pasado, que un año ha bastado para olvidarlo todo, pero sería mentira porque las penas te dejan el alma llena de cicatrices, de esas que a veces se abren para desbordar los lacrimales. Las cosas que te importan nunca desaparecen, nunca dejan de doler del todo, pero ahora, un año después he aprendido que esa es mi suerte y no mi desgracia. Y lo es porque durante un tiempo sentí que había partes de mí que habían muerto para siempre, y otras que ya solo podrían habitar en mi pecho bajo puertas con siete candados, y ahora sé que no. Esos dolores demuestran que sigo viva, completamente viva, significan que no me perdí a mí misma como creía, y esa sola sensación me devuelve las ganas de beberme el mundo en una copa de vino cada día.

Será un largo viaje, hasta que llegue de nuevo a casa, hasta que me reconstruya, hasta que mi alma levante nuevas vigas sobre los pilares que quedaron intactos. Será lento llegar al tejado, pero sé que llegaré, lo sé porque el primer domingo de invierno que salió el sol le dije a alguien que no concebía un lugar mejor que en el que estaba, que se fueran a la porra Stuttgart o Luleä. Lo sé porque hoy me duele la piel de sentir tanto, porque tengo los pies sembrados de los cerrojos que me han arrancado, porque hasta ahora no había entendido que me sobra el mundo entero si tienes quien te escuche hablar cualquier mañana de la importancia de los domingos soleados.
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viernes, 3 de septiembre de 2010

Refugios alveolares

viernes, 3 de septiembre de 2010
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Lo importante es que siempre quede un sitio donde expandirse. Un pulmón con que respirar.



“Quiero mi pulmón. Doctora Altman soy grande, muy grande. No quepo en los asientos. Y como Jeff me dice, mis sentimientos no están acordes con la situación. Si me sirven la comida demasiado hecha me enfurezco, quiero matar al camarero. Pero no lo hago, le digo con educación que se lleve mi plato y lo traiga como lo pedí. Me paso el día tratando de empequeñecerme para que me acepten. Y no me importa, porque por las noches cuando me subo al escenario puedo experimentar el mundo como lo siento: con una ira indescriptible, una tristeza insoportable, y una gran pasión. De noche, en el escenario, puedo matar al camarero y bailar sobre su tumba. Y si no puedo hacerlo, si sólo me queda una vida de empequeñecimiento, ya no quiero vivir. No quiero.”


Anatomía de Grey 6x12
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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Septiembre

miércoles, 1 de septiembre de 2010
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Septiembre siempre ha olido a libros nuevos, a lápices recién afilados, a rutina y despertador. Durante los últimos años, incluso olía a miedo.

Pero este año huele sal, a vino y a la tranquilidad acumulada de un verano casi perfecto. Parece mentira como cura el tiempo, como se invierte la balanza en la que pesamos nuestra suerte, como los septiembres grises y sudorosos se han transformado ahora en sinónimo de hogar y ganas.

Así que marca de rojo los días del calendario, porque yo ya estoy lista para volver.
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