jueves, 9 de septiembre de 2010

27 libros después

jueves, 9 de septiembre de 2010
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Hace un año leía La Odisea, la leía y me lamentaba por estar en el lugar equivocado. Pensaba que debería estar en Alemania o en Suecia llevando a cabo mis planes, siguiendo el camino que en aquellos momentos parecía la salvación. Sin embargo acabé cambiando de universidad, cambiando a mi mejor amigo, cambiando las paredes de mi cuarto… cambié hasta que me faltó el aliento, hasta que sentí que ya no quedaba nada lo suficientemente sólido dentro de mí para poderme sostener. Y entonces comenzó la odisea, la mía, mi viaje de regreso a lo más hondo de mí misma, me borré y empecé, pero no de nuevo, empecé rota, sin ganas y con apenas una décima parte de mis esperanzas.

Me encantaría poder decir que ya ha pasado, que un año ha bastado para olvidarlo todo, pero sería mentira porque las penas te dejan el alma llena de cicatrices, de esas que a veces se abren para desbordar los lacrimales. Las cosas que te importan nunca desaparecen, nunca dejan de doler del todo, pero ahora, un año después he aprendido que esa es mi suerte y no mi desgracia. Y lo es porque durante un tiempo sentí que había partes de mí que habían muerto para siempre, y otras que ya solo podrían habitar en mi pecho bajo puertas con siete candados, y ahora sé que no. Esos dolores demuestran que sigo viva, completamente viva, significan que no me perdí a mí misma como creía, y esa sola sensación me devuelve las ganas de beberme el mundo en una copa de vino cada día.

Será un largo viaje, hasta que llegue de nuevo a casa, hasta que me reconstruya, hasta que mi alma levante nuevas vigas sobre los pilares que quedaron intactos. Será lento llegar al tejado, pero sé que llegaré, lo sé porque el primer domingo de invierno que salió el sol le dije a alguien que no concebía un lugar mejor que en el que estaba, que se fueran a la porra Stuttgart o Luleä. Lo sé porque hoy me duele la piel de sentir tanto, porque tengo los pies sembrados de los cerrojos que me han arrancado, porque hasta ahora no había entendido que me sobra el mundo entero si tienes quien te escuche hablar cualquier mañana de la importancia de los domingos soleados.
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3 comentarios:

T.M Barrie dijo...

A veces nos cuesta valorar lo que tenemos, aunque lo tengamos todo.

Bonito texto, me han entrado ganas de brindar-con esa copa de vino- por los domingos soleados.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

a veces es necesario romperse del todo para poder reconstruirse, yo creo en eso, y creo que tú vas en muy buen camino...:)

John Michael dijo...

¿27 Libros después y no sabes que el pasado es un tatuaje que aguarda debajo de la piel a que llegue el momento de resurgir? :p