viernes, 26 de marzo de 2010

Los clavos que no dejaban de arder

viernes, 26 de marzo de 2010
.

Siempre que me descubro escuchando como una yonki esa canción de Placebo sé que algo anda mal, que una de esas pequeñas piezas que dejé colocadas en un equilibrio inverosímil acaba de caer y que de repente todo el conjunto empieza a peligrar.

Me siento de nuevo como una funambulista de la emociones, mirando al frente para evitar caer al abismo de las mejillas húmedas y las respiraciones entrecortadas. Me concentro en mantener quietas mis rodillas, en no dejar que se pongan a temblar, en intentar llegar intacta una vez más al final de la cuerda. Pero entonces las nubes de tormenta vuelven a formarse sobre mi cabeza para convertir el trigo en campos de ortigas, la seguridad en dudas pasadas e irreversibles, la estabilidad de mis pasos en ridículos interrogantes que boicotean mi camino.

Y entonces, como un niño asustado sólo puedo meterme entre las sábanas, acurrucarme fuerte, respirar suave, apretarme por dentro para no deshacerme, lavar mis pestañas de alambre. Prometerme que será la última…y esperar a que pase…
.

3 comentarios:

. dijo...

*abrazo*

"Aquel chico..." dijo...

"Deposita todos los resquicios de tus vicios en ella,
hunde tus dedos cuando haya fuegos que apagar,
no dudes en dejar los restos de las huellas,
sobre el cristal que te ha de matar"


The ashtray girl...




De madrugada te acercas más.

----------------- dijo...

Arrojarte o que te arrojen a determinados destinos del recuerdo es un viaje en noria, una ruleta rusa, ese funámbulo en una cuerda cansada.

"Trepo por tu recuerdo como una enredadera que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy esa absurda epidemia que sufren las aceras..." que diría Sabina

Me ha gustado mucho tu post.

Ánimo.

R.