lunes, 8 de diciembre de 2008

Allí donde se cruzan los caminos

lunes, 8 de diciembre de 2008
.
Los domingos me gusta sentarme en el lado izquierdo del autobús para ver atardecer. Siempre en dirección norte, huyendo a casa, o de casa, nunca lo llegué a tener demasiado claro...




Dispuesta una vez más a diluirme en Madrid como una cucharada de sal en medio del mar. Sintiéndome segura en el anonimato de las calles superpobladas... Una oveja más para el rebaño de la gran ciudad. Balando y bailando al son que tocan sus semáforos.

Hay quien dice que les agobian el tráfico o la distancia, pero yo me hice irremediablemente adicta a cada uno de sus defectos. Quizá porque dejé repartidas por su calles demasiadas partes de mí misma. Porque son las que repiten el eco de mis tacones las noches de sábado y escuchan mis bostezos la mañana siguiente.

Una vez escuché que nunca las calles nuevas fueron caminos, y debe ser que el ritmo que marca la rutina haya convertido en extraño todo lo que no es esta mole de edificios en mitad del país. Supongo que en algún punto de los últimos cuatro años debí echar el ancla al sur de Chamberí.


"Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mí,
que me dejo la vida en sus rincones,
pongamos que hablo de Madrid."


1 comentarios:

El Tigre de Mompracem dijo...

Sí, tiene un encanto especial, aunque a veces yo tenga ganas de abandonarla...

Aquí nací, aquí quiero quedarme
Pongamos que hablo de Madrid

Un saludo