lunes, 29 de diciembre de 2008

Im-pertenencia

lunes, 29 de diciembre de 2008
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Hoy, desde el autobús sólo se veían nubes de tormenta y campos grises, y yo me escondía del mundo tras mis gafas de sol, más debidas a mi incapacidad por conciliar el sueño la noche anterior que al sol propiamente dicho.

Me ha resultado raro, bueno, más que raro, peligroso, esta sensación de ir a casa en dirección contraria. Es decir, sabía que el camino era el que me llevaba al lugar donde crecí, donde está mi familia, mi infancia, pero cada día me resulta más ajeno.

La vida que dejé aquí parece que ha dejado de pertenecerme… Tiene su encanto, y desde luego estas son fechas para pasar en familia, pero lo que hoy por hoy es mi vida se ha quedado a 200 kilómetros en dirección norte.

Lo que tengo en Madrid lo he construido yo, ayudada en mayor o menor medida por las circunstancias, por eso su valor es tan grande. Cada paso, cada amigo, cada logro que he conseguido en estos años ha sido fruto de mis decisiones. Aquí no había futuro predefinido, supongo que por eso cuando me hablan de casa, ahora miro hacia arriba.

Parece bonito, y lo es, pero tiene un punto que roza lo escabroso, y es que mi independencia creció más rápido que yo. Esa capacidad de prescindir de los demás me vuelve injusta, porque todo lo que dejo aquí sufre los efectos la condescendencia que tengo para conmigo misma. Me permito huir a mi propio mundo más a menudo de lo que debería. Así que como alguien sugería en un comentario anterior añadiré un nuevo propósito a mi ya abarrotada lista. A partir ahora queda prohibido olvidar las cosas que dejo cada vez que me subo al autobús.



"Al final para un hombre de mundo es muy exótico volver a casa..."

1 comentarios:

Fernando García Redondo dijo...

Es una sensación rara verdad?
Aunque yo creo que es más raro aún cuando vuelves en el autobús o en el coche de pasar un fin de semana con tu familia... ya no es como en los dos primeros años... ahora es raro.