viernes, 5 de diciembre de 2008

El eco sordo de mi voz

viernes, 5 de diciembre de 2008
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Esa canción todavía me eriza la piel. Cada acorde me habla de lo maravilloso y de lo duro de lo que me ha pasado. Cada nota guarda un instante en el que fui feliz, en el que gané o en el que me quede viendo las oportunidades pasar. Más bueno que malo, pero todo productivo (el caso es salir ganando).

Las noches en el parquecillo, donde nació allá por el año 2000, en los tiempos del John Wayne Circus, ¿te acuerdas? Noches en las que el mundo paraba, y se sentaba a echarse unas risas. Noches que me convirtieron en un corazón con patas.

Un viaje en autobús entre dos puntos de Escocia que qué más da cuales fueran, pero que me valieron algo tan especial que sobrevivió al tiempo, la distancia, las diferencias, los silencios… algo que llama de vez en cuando a las tres de la mañana para intercambiar latidos y quitarle las telarañas a las pasiones.

Me recuerda a ti que estás en todas mis canciones, sí, en todas estas que no te gustan, pero que escuchas a mi lado sólo porque intuyes lo que me hacen sentir. Siempre tan distintas, y sin embargo tan parte la una de la otra que creo que moriría si desaparecieras de mi vida.

Las grandes conversaciones divagando, aunque casi nadie entienda sobre qué. Bien regaditas de sangría Don Simón (como debe ser). Y aliñadas por supuesto con la mejor de las compañías.

A veces incluso me devuelve a una noche en el Burger en la que empezó a sonar e intenté explicar lo que significaba para mí. Me faltaban las palabras, pero creo que mis ojos me delataron. Y lo mejor, es que creo que pudiste leer en ellos.

Me habla de todos mis fracasos de una manera tan dulce que casi se me escapan las lágrimas, me recuerda el dolor que quedaba bajo la comprensión, las medias sonrisas que te ocultaban un no. Y luego me pinta las paredes con estrellas que se ríen a carcajadas para que la tristeza no duré más que medio instante.

Dice tanto, tanto, tanto, que casi la llevo escrita en la piel, que sus notas se cuelan en mis suspiros, que me cuenta mi vida cada vez que el modo aleatorio la desparrama por mi habitación. Creo que hace mucho que esa canción dejó de ser de quien la compuso para pasar a ser mi canción.

¿Sabes de lo que hablo, no?





“He buscado en los desiertos de la tierra del dolor
Y no he hallado más respuesta era que espejismos de ilusión.
He hablado con las montañas de la desesperación
Y su respuesta era sólo el eco sordo de mi voz…”

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