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- Hola mamá -dijo ella- mira quién ha venido. ¿Sabes quién es?
Por respuesta sólo una mirada extraña, un breve movimiento de neuronas y un par de lágrimas de impotencia.
- Mamá, es Rebeca, ¿no te acuerdas? –ayudó.
- Ahhh, sí, es verdad, dame un beso niña.
Ahora sólo unas pocas lágrimas de frustración.
Por respuesta sólo una mirada extraña, un breve movimiento de neuronas y un par de lágrimas de impotencia.
- Mamá, es Rebeca, ¿no te acuerdas? –ayudó.
- Ahhh, sí, es verdad, dame un beso niña.
Ahora sólo unas pocas lágrimas de frustración.
Un par de horas después, cuando ya no estaba delante una pregunta bomba cayó sobre mis oídos:
- ¿Pero cómo puede estropearse así la cabeza? -dijo mirándome distraída.
- Pues no sé, con el tiempo, con las cosas que le pasaron… -intenté explicarle yo en un intento de consuelo racional.
- No – me cortó- no me refería a ese cómo.
Y entonces me quedé sin palabras, yo que siempre tengo respuesta para todo… No tenía una respuesta mejor a su dolor, ni a su miedo. Los genes llevan escritas demasiadas sentencias. Así que ante la oscuridad que tenía delante me vacié de presente y me puse a pensar en todos los nombres cariñosos que me había dado antes de olvidar mi cara.
- ¿Pero cómo puede estropearse así la cabeza? -dijo mirándome distraída.
- Pues no sé, con el tiempo, con las cosas que le pasaron… -intenté explicarle yo en un intento de consuelo racional.
- No – me cortó- no me refería a ese cómo.
Y entonces me quedé sin palabras, yo que siempre tengo respuesta para todo… No tenía una respuesta mejor a su dolor, ni a su miedo. Los genes llevan escritas demasiadas sentencias. Así que ante la oscuridad que tenía delante me vacié de presente y me puse a pensar en todos los nombres cariñosos que me había dado antes de olvidar mi cara.
¿Es esto todo lo que queda de las raíces que un día me unieron a tierra firme? Es la primera vez que mi abuela no me reconoce. No ha sido un buen día.
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